ANÉCDOTAS PROVINCIANAS

MACHIGASTA, UN PUEBLO QUE PELEABA CON EL DIABLO

Historias insólitas en nuestra provincia y en el interior de los departamentos, hay muchísimas y esa es la propuesta que me impuse, de recogerlas, escribirlas y darlas a conocer al público a través de este libro para que el lector las comparta y si puede compartirlas con sus hijos mejor todavía, por eso aquí  les entrego algunas de ellas que sucedieron en mi pueblo, Machigasta.

El título de este capítulo se lo debo a mi amigo el historiador y escritor Carlos Folledo Albarracín, quien luego de presentar mi libro “Historia de Machigasta”, me decía que por las historias y relatos fantásticos incluidos en el libro por experiencias propias o de los habitantes de este hermoso pueblo, este debería haber sido el título del libro mencionado.

Etimológicamente la palabra Machigasta viene “Machi”, en idioma araucano o mapuche significa médico, brujo o curandero. Pero también cabe la posibilidad de que provenga de “Mati”, (Apretado),  o  “Matigasta” (Pueblo de los apretados o mashaco), ya que los machigasteños llamamos apretados al patay como así también mashaco, al amasado, ambos fabricados con la harina fina de la algarroba, alimentos de los naturales del lugar. Pero también hay otra interpretación que podría ser la de “Machi”, que es igual a la de borrachera y es muy posible porque los indígenas del lugar eran muy algarroberos y fabricaban frecuentemente “Añapa”, “Aloja” y “Chicha”, bebidas que se fabricaban con maíz fermentado y algarroba, con la cual se emborrachaban los pueblos diaguitas y su significado sería “Tierra de Borracheras”, que como habitante del lugar les aseguro que lamentablemente esta es una actividad que todavía se practica muy asiduamente en mi pueblo.

En mi niñez era común formar una ronda alrededor del fuego o de un bracero a escuchar historias sobre la “luz mala” o sobre peleas con el diablo, historias sucedidas a un pariente o vecino o muchas veces a la misma persona que está contando su historia. Yo y mi familia como así también nuestros vecinos en más de una oportunidad vimos a la luz mala rondar las casas vecinas, los corrales, o simplemente verla deambular por el campo, y doy fe de ello.

Los lugareños dicen que alguien muy macho debe seguirla por el campo, llegar al lugar donde la luz se entierra y clavar un puñal, al otro día bien temprano volver al lugar sacar el puñal a cavar, allí encontrará un cofre con oro, pero les aseguro que desde que se inventó la pólvora ya no hay machos…

La ciencia nos dice que esta luz es producto de los huesos de los indios enterrados, que durante el día reciben el calor del sol y por las noches mezclado con el gas de los huesos sale a la superficie transformada en luz. Pero en honor a la verdad debo agregar que varias personas testigos de ver la luz aseguran que cuando la misma merodeaba por sus casas, huertas, patios y corrales, escuchaban un ruido que emitía la luz y que flotaba y saltaba por el aire. Historias sobre ella hay por doquier en mi pueblo, como así también hay historias sobre apariciones y peleas con el mismo diablo, donde el protagonista siempre es un petiso con ojos rojo fuego y dientes bien afilados que generalmente les aparece a hombres en estado de ebriedad. Las historias que voy a relatarles son  parte de la idiosincrasia del pueblo de Machigasta “Pueblo de Brujas”.

Luis Peralta, trabajador de la fábrica de aceitunas Jalil, solía recordar que cuando él tenía 15 años de edad, un día a la siesta, se fue a buscar los burros, que se habían escapado. Él vivía en el barrio “El Perejil” o Carlos Saúl Menem, de pocas viviendas en esos años. Y contó que, al llegar  donde se encontraban los animales, el perro que lo acompañaba siempre iba y volvía llorando, asustado. De pronto le apareció un petisito que le dice “A vos te voy a comer”, y con mucho miedo le contesta “A ver si sos capaz”,  sacó el puñal y comenzaron a pelear, le clavaba el puñal al petiso y nada, el diablo seguía peleando como si nada le sucediera,  cada vez que le hundía el puñal en el cuerpo sonaba como un cuero seco.  Al perro que lo ayudaba en la pelea le decía que lo encarara y cada vez que  el perro lo encaraba al diablo, el aprovechaba para escapar, así lo hizo hasta que pudo acercarse hasta la casa. Es entonces cuando el extraño ser aparecido, le dijo “Agradece al perro y que estás cerca de tu casa porque si no te comía”. Cuando llegaron los parientes, lo encontraron tirado, arañado y lleno de sangre.  Trajeron al cura, quien les dijo “Uno de los dos tiene que morir”, y el perro murió desangrado.

En la confitería de  Arturo Marín una noche estaban los muchachos de la época jugando al truco y bebiendo, cuando uno de los presentes dijo haber escuchado  en el baño a Shasho (Ignacio), que le decía a alguien “No no me voy a ir, no me voy a ir”, y luego escuchan los gritos de Shasho “¡Ay ay ay!” Al frente de la confitería cruzando la calle había un alambrado donde lo vieron a Shasho por el aire, ya que alguien lo tiraba de un lado del alambrado al otro sin tocar el suelo, luego observaron como lo llevaban por las fincas.  Dicen que se escuchaba los gritos desgarradores, mientras uno de los muchachos fue a buscar a los parientes, los otros lo siguieron por las fincas y montes, no podían verlo en la oscuridad, se guiaban por los desesperados gritos que helaban la sangre en esa fría noche de invierno. Sus parientes lo encontraron y lo salvaron “del mismo diablo”, comentaba un testigo, quien además acotaba que no podía dar crédito a lo que veía, porque nunca vio quien tiraba a Shasho por los aires, y aseguró que este no tocaba el suelo,  que parecía que antes de caer era sujetado  y  nuevamente lanzado  al otro lado del alambrado… pero no veían a nadie, es decir  que no sabían quién lo tiraba.

En una noche de invierno Luis María Nieto, más conocido como “Pipa Nieto”, se encontraba tomando bebidas alcohólicas en la confitería de Arcadio Villegas en el barrio Palermo de Machigasta, según narró. Alrededor  las tres de la mañana sintió sueño y partió rumbo a su casa, noche fría y oscura – sigue relatando –  cuando iba pasando por frente de la casa de María Valentina, vecina de don Arcadio, se le paró un “petisito” frente a él con pelo bien largo que le tapaba la cara. Recuerda “Pipa”, que no lo dejaba pasar, entonces  le lanza  una puñetazo y ni se movió, le tira otro  que también le pega y nada, el petiso seguía parado delante suyo… “las piñas sonaban como si le pegara a un cuero seco”, dice en su escalofriante relato. Entonces – continúa –  me agarra me levanta y me tira sobre unos cañaverales.  Comienza a arrastrar al Pipa, hasta que puede soltarse y en ese momento logra ver que los muchachos, que minutos antes estuvieron con él en la confitería, venían corriendo, mientras el petiso le pegaba piñas y lo tiraba de un lado a otro hasta que cayó desmayado.

Cuando recobra el conocimiento, según su relato, vio a los muchachos fueron en su ayuda porque escucharon los gritos desesperados y cuando llegaron vieron como alguien lo tiraba por los aires, pero al parecer solo lo veían a él solo, y no al supuesto demonio.

Allá por el año 1940 o 1945, una noche oscura y con mucho viento –  me contó una vez  Manuel Díaz, jubilado que también vivía en el pueblo – yo tenía como 11 o 12 años. “Estábamos frente a la cocina de leña con mi mamá y mis 6 hermanos, papá no había llegado de un velorio, recuerdo que yo tenía a mi hermanito más chico Ceferino en mis rodillas y eran como las once y media de la noche, mamá estaba cociendo un pantalón de mi papá con un pedazo de vela muy chica que nos alumbraba, cuando de pronto escuchamos un silbido muy fuerte, penetrante, que juro que me erizó la piel, como ahora que estoy contando esta historia y me acuerdo”.

La cuestión es que Ceferino  – siguió relatando – y mis dos hermanas mujeres gritaron del susto y saltaron de sus bancas y se abrazaron a mamá, segundos después fue un silencio total hasta que escuchamos llorar a los perros y una carcajada por el aire, unos ruidos de cadenas a la vuelta de toda la casa.  Mis hermanas lloraban, mamá trataba de calmarlas y rezaba, era un ir y venir de cadenas, juro que fue algo espeluznante, hasta que escuchamos el tropel del caballo de papá llegando a casa. Cuando papá entró tenía el rostro desfigurado de terror y le grita a mi mamá : ¡Jacinta, Jacinta, vengo del velorio de Facundo y vos sabes que cuando venía cruzando el rastrojo de don Vicente lo encuentro a don Facundo sentado debajo de la tusca con el sombrero de siempre y me dice… no te olvides de ir mañana!! Se me heló el cuerpo Jacinta, te juro que lo espolie al zaino y me vine sin respiración hasta las casas!”  Se dio cuenta de que nosotros estábamos asustados y ahí mi madre le contó lo sucedido minutos antes.  Mi papá era muy amigo de  Facundo  – rememora  Manuel – y no podía creer que lo haya asustado de esa manera. Papá nos decía que seguro era el viento, que no tengamos miedo, pero yo sé lo que escuché y también sabemos que fue cosa de espanto, que así como existe Dios también existe el diablo

DON EULOGIO QUINTERO HACE BALAR UNA LA CABEZA GUATEADA

Don Eulogio nació en el año 1926 y fue criado por Pedro Pablo Quintero y Matilde Díaz de Quintero. Por dichos de sus familiares, la profesión de don Eulogio era la de “Espiritista”, pero la gente que lo conoció dice que era curandero. Curaba cualquier dolencia o enfermedad, y curaba en secreto, con un vaso con agua, y expresaba que la gente estaba muy sugestionada y que lo primero que curaba era eso, la sugestión, porque que se les “meten”, cosas en la cabeza, porque hay gente que cree en las brujerías –  decía él – y agregaba que si no le decías “Vos estás embrujado yo te voy a curar” no se sanaba la persona.

Gente de todos los lugares aledaños llegaban a la casa de don Eulogio a curarse, mucha fe le tenía la gente. Su hijo Oreste Quintero cuenta que una vez su padre viajó hasta Comodoro Rivadavia, una familia solicitó sus servicios porque ya no podían vivir en la casa, las cosas se movían de un lugar a otro, se rompían las cosas, los cuadros se caían, y cuando don Eulogio estaba por viajar vio que, en las paredes de esta casa, como por arte de magia y con letras grandes se escribía “Ya viene el brujo de La Rioja”.  Cuenta que en una oportunidad estaban por almorzar y le sintieron un gusto raro a la comida, nadie quiso comer y les dieron la comida a los perros, quienes luego de comer terminaron muertos. Tres noches trabajó en esa casa para poder curarla de la magia negra.

Su hijo también asegura que en una oportunidad estaba su padre en casa de  Fidel Cabrera en Bañados de los Pantanos, por comer una cabeza “guateada” (enterrada) de un cabrito, y que se habían agregado varios que no estaban invitados, entonces don Eulogio dijo “Ya van ver cómo quedan menos personas para comer”, y exclamó, “¡Esta cabeza esta cruda!”, otro dijo “¡No puede ser, si está bien cocinada!”, don Eulogio contestó “¿Quieren ver si esta cabeza está viva?”, “¿Quieren que la haga balar?”, efectivamente la cabeza guateada comenzó a balar. Nadie quedó en esa mesa, la mayoría se marchó con mucho miedo luego de la increíble situación.

Fue amigo de el gran médico Bellone. Cuentan que el Dr. Bellone, a veces a sus pacientes les decía que vayan a verlo a don Eulogio, que él los iba a curar. En Bañado de los Pantanos le decían “El caudillo de Bañados”, era radical y según cuentan, que mientras fue dirigente, en Bañado de los Pantanos nunca perdió el partido radical ese distrito. Aun así, fue muy amigo de otro caudillo de Aimogasta, el doctor Quinteros, quien en cada oportunidad le reclamaba que nunca lo votaba. Don Eulogio tuvo 8 hijos, el primero falleció y decía “Yo hice un trato con Dios, un hijo era para él y otro para mí”. Hoy en día todavía se habla de este singular personaje y sus “trucos o magia” quienes lo conocieron siempre lo recuerda con cariño, nostalgia, algunos con temor, pero por sobre todo con mucho respeto.

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